S. MANUEL


TEXTO DE SAN MANUEL BUENO, MÁRTIR, DE UNAMUNO

Cuestiones resueltas

Nadie en el pueblo quiso creer en la muerte de don Manuel; todos esperaban verle a diario, y acaso le veían pasar a lo largo del lago y espejado en él o teniendo por fondo la montaña; todos seguían oyendo su voz, y todos acudían a su sepultura, en torno a la cual surgió todo un culto. Los endemoniados venían ahora a tocar la cruz de nogal, hecha también por sus manos y sacada del mismo árbol de donde sacó las seis tablas en que fue enterrado. Y los que menos queríamos creer que se hubiese muerto éramos mi hermano Lázaro y yo.

Él, Lázaro, continuaba la tradición del santo y empezó a redactar lo que le había oído, notas que me han servido para esta mi memoria.

- Él me hizo un hombre nuevo, un verdadero Lázaro, un resucitado –me decía-. Él me dio fe.

- ¿Fe? – le interrumpía yo.

- Sí, fe, fe en el consuelo de la vida, en el contento de la vida. Él me curó de mi progresismo. Porque hay, Ángela, dos clases de hombres peligrosos y nocivos: los que, convencidos de la vida de ultratumba, de la resurrección de la carne, atormentan, como inquisidores que son, a los demás, para que, despreciando esta vida como transitoria, se ganen la otra, y los que, no creyendo más que en ésta…

- Como acaso tú… -le decía yo.

- Y sí, y como don Manuel. Pero no creyendo más que en este mundo esperan no sé qué sociedad futura y se esfuerzan en negarle al pueblo el consuelo de creer en otro…

- De modo que…

De modo que hay que hacer que vivan de la ilusión.


Organización de las ideas:

Este fragmento perteneciente al final de San Manuel Bueno, mártir, es un texto narrativo con un diálogo inserto. Se organiza de la siguiente forma:

1. Situación inicial: el pueblo tras la muerte de don Manuel (parte narrativa) (“Nadie… para esta mi memoria”)

a) Nadie quiere creer en su muerte 

b) Culto en torno a su tumba 

c) Lázaro continúa la labor de don Manuel e inicia sus memorias 

2. Diálogo Lázaro-Ángela, donde Lázaro confiesa a Ángela que don Manuel lo hizo un hombre con fe no en Dios, sino en una sociedad futura. (“-Él me hizo…De modo que…”)

3. Conclusión: la necesidad de que el pueblo viva de la ilusión (“De modo que hay que hacer que vivan de la ilusión”)

La estructura del fragmento propuesto se corresponde linealmente con la división narrativa clásica: introducción, nudo y desenlace.

Tema: Lázaro y la defensa de la fe como consuelo del pueblo.

Resumen: Nadie se creía la muerte de don Manuel y se creó un culto en torno a su tumba. Lázaro continúa la labor de don Manuel e inicia sus memorias. Comenta con su hermana Ángela que don Manuel lo hizo un hombre nuevo dándole fe no en la vida de ultratumba sino en el contento de la vida y en la creencia de que el pueblo es feliz teniendo fe. Por eso concluye que es necesario hacer que el pueblo se consuele viviendo de la ilusión.

Comentario crítico

Estamos ante un texto narrativo de carácter literario perteneciente a la obra del autor noventayochista Miguel de Unamuno San Manuel bueno, mártir. Esta obra supone un alejamiento de la prosa realista y prioriza el conflicto interior del personaje, un cura de pueblo cuya lucha interna radica en su falta de fe. Presenta, por tanto, algunas de las preocupaciones características de los hombres del 98 relacionadas con los problemas existenciales y religiosos.

En efecto, el texto nos muestra uno de los temas más recurrentes de la época y especialmente de la obra unamuniana: el pueblo debe vivir de la ilusión de la fe (“hay que hacer que vivan de la ilusión”). Lázaro le explica a su hermana Ángela que existen dos tipos de hombres: los que creen en la inmortalidad, pero “atormentan como inquisidores” a los fieles haciéndoles vivir esta vida en la concepción medieval de un “valle de lágrimas” para ganarse la vida eterna y los que sin tener fe en la vida eterna, tienen fe en una especie de sociedad futura y procuran que el pueblo tenga el consuelo de creer. Dentro de estos últimos se encuentra él, Lázaro y se encontraba también don Manuel, ya difunto. 

Se trata de la defensa del consuelo del hombre a través de la fe. La fe cumpliría, así, una función “paliativa” del sufrimiento humano y aliviaría la vida terrenal. Estamos ante una dicotomía de carácter ético: ¿qué es mejor, publicar una verdad dolorosa o una mentira que alivia el dolor? Obviamente, en el texto Lázaro opta por lo segundo. Este problema de la falta de fe y la mentira piadosa está basado en las propias vivencias del autor. De su continuo debatirse entre la fe y la incredulidad, de su “agonía” y de sus angustias nos habla toda su obra, aunque especialmente la novela que nos ocupa. Es sabido que Unamuno perdió la fe tras varias crisis juveniles en 1881 y en 1890.

En relación con la vida eterna y con la fe se encuentran en la obra dos de los espacios narrativos: el lago y la montaña; por eso, en el presente texto se alude a ellos: todos esperaban verle a diario, y acaso le veían pasar a lo largo del lago y espejado en él o teniendo por fondo la montaña. En efecto, estos lugares adquieren un valor simbólico: en el lago, según la leyenda, hay una ciudad sumergida. Para el pueblo, el lago azul refleja el cielo de la vida eterna prometida, vida eterna de la que ya gozan los antepasados. De ahí que imaginen a don Manuel espejado en el lago, es decir, formando parte ya de los difuntos que gozan de la eternidad. Y, por supuesto, el pueblo imagina al cura creyente, con fe, teniendo por fondo la montaña, pues la montaña simboliza la fe firme en Dios y en la eternidad.

Otro aspecto que observamos en el texto es el efecto de transformación, positiva, que don Manuel ejerce en Lázaro. Lázaro dice: Él me hizo un hombre nuevo, un verdadero Lázaro, un resucitado –me decía-. Él me dio fe (…) Él me curó de mi progresismo. Debemos recordar que al principio de la obra Lázaro aparece como un personaje antagonista de don Manuel, pues el cura representa la tradición, la fe, la religión, y Lázaro, que viene de América y que trae “ideas más evolucionadas y progresistas”, se opone a las viejas creencias de don Manuel. Sin embargo, este papel de antagonista va desapareciendo a medida que Lázaro descubre y conoce al cura. Don Manuel es para Lázaro (su nombre tiene las reminiscencias y la simbología bíblicas) un salvador: le da fe, una fe especial, y lo cura de su progresismo. Es importante detenernos en esta última observación que muestra la evolución ideológica de Lázaro, desde la vehemencia de su progresismo inicial hasta la consideración de que el progresismo es un mal del que don Manuel lo ha curado. Conviene saber que también Unamuno pasó por una evolución similar: es sabido que empezó siendo socialista, afiliado al PSOE, pero que en 1895 expresaba ya algunas reservas y que una nueva crisis en 1897 lo hundió en el problema de la muerte y de la nada. Abandonó su militancia política y cada vez más, fue volviendo los ojos hacia los problemas existenciales y espirituales.

En resumen, podemos decir que el tema de la fe en Dios y en la inmortalidad es representativo de las preocupaciones religiosas y existenciales de los noventayochistas y especialmente de Miguel de Unamuno, cuya personalidad lo llevó a centrarse en temas trascendentales y en personajes conflictivos. Pero no es menos cierto que el tema, en el fondo, es atemporal y consustancial al ser humano. El hombre, al ser consciente de su paso efímero por el mundo, ha tenido desde siempre el impulso de buscar “algo más” y en esa búsqueda encuentran sentido las diversas religiones. A lo largo de la historia de la humanidad la fe ha entrado en una lucha dialéctica con la razón. Así, los filósofos se han dividido entre racionalistas e irracionalistas. Y, dependiendo de las épocas, ha predominado una u otra. Refiriéndonos a la civilización occidental, la Edad Media fue, por ejemplo, una época teocéntrica, organizada en torno a la religión; el Renacimiento supuso un paso al antropocentrismo que, al menos, distinguía entre lo humano y lo divino. Pero el paso de gigante en el triunfo de la razón fue, sin duda alguna, la Ilustración en el siglo XVIII que se propuso disipar a través de la razón las “tinieblas en las que vivía la humanidad”.

El tema puede tener muchas derivaciones y cada persona es libre de tener su ideología al respecto. Pero lo que en el texto queda claro, desde mi punto de vista, son dos cosas: por una parte, que más importante que la verdad es la felicidad (¿qué importa que Dios no exista, si yo soy feliz creyéndolo?) y, por otra, que las ideologías extremistas y axiomáticas no son positivas. En esto creo que podemos estar de acuerdo todos porque es una defensa del relativismo y de la tolerancia.


Comentario crítico sobre el mismo texto (realizado por Miguel Ávila)

Nos encontramos ante un fragmento narrativo perteneciente a la obra literaria titulada San Manuel Bueno, Mártir, de Miguel de Unamuno. En este libro se da prioridad al conflicto interno del personaje, que en este caso es un cura de un pueblo cuya lucha interna se basa en su falta de fe. Presenta por tanto una de las características de la generación del 98 (problemática del héroe y problemas existenciales y religiosos) a la cual pertenece el autor.

Este fragmento concreto trata sobre la dependencia que tiene el pueblo de la fe para vivir (“De modo que hay que hacer que vivan de la ilusión). Dicha dependencia consiste en el consuelo: la fe ayuda al hombre a afrontar la vida, los problemas que nos golpean un día si y otro también son más llevaderos si pensamos que en otra vida seremos recompensados. Por lo tanto, la fe actúa como un analgésico para el dolor humano, su función es paliar el sufrimiento. Esta problemática ética entre publicar una verdad dolorosa para todo el pueblo o seguir con la mentira que alivia su dolor, se basa en las propias vivencias del autor. Unamuno se debatió internamente con su fe y su incredulidad a lo largo de su vida llegando a la agonía por no saber con certeza en qué creía y en qué no creía.

La vida eterna y prometida que todo el pueblo desea se ve representada por el lago, donde se encuentran todos los “afortunados” antepasados (por eso en las primeras líneas se dice que don Manuel aparece reflejado en el lago) que ya disfrutan de la eternidad.

Sinceramente no estoy para nada de acuerdo con el autor, ¿engañar a las personas para que sufran menos prometiéndoles otra vida mejor? En efecto no digo que esas mentiras no ahorren dolor, pero si lo miramos por otro lado esas mentiras están provocando que no disfrutemos realmente de la vida, a mi parecer la recompensa por vivir es la propia vida. Cierto es que es otra época y las vidas de las personas de aquel entonces no eran más que penurias, pero con las mentiras para paliar dolor no se avanza, no se progresa, no se llega a la felicidad. Si el cura o quien fuera se preocupase de verdad por un pueblo molido, sin esperanza por la vida terrenal lo primero que haría sería desmantelar el teatro de las religiones, pero claro, también entiendo que un modesto cura de pueblo no pueda llevar a cabo tal tarea, y se conforme con poder contentar a sus gentes.

Puede ser que yo hable desde la inconciencia de un chaval que ha vivido sin que le falte de nada, pero en el caso de que hubiese nacido en unas circunstancias adversas, no hubiese querido que me mintieran aunque eso me aliviase en algo, o al menos eso creo. Si buscásemos las raíces de las mentiras de las que habla el libro, ¿a dónde llegaríamos?, pues seguramente a las primeras civilizaciones donde, los más “listos” mentirían a los no tan listos para controlarlos. Estas mentiras son una forma de control, no creo que alguien en su sano juicio piense que a un niño de África que se muere de hambre le alivie que le digan que Dios le quiere, o que cuando muera podrá reunirse con sus padres. Yo creo que a ese niño le gustaría más oír que está así por culpa de un mundo basado en mentiras aceptadas (aunque eso a lo mejor ya lo sepa) y que si de verdad queremos cambiar las cosas hay que dejar de mentir.


Comentario crítico sobre otro texto (realizado por Jaime Padilla)

Y no me olvidaré jamás del día en que diciéndole yo: «Pero, Don Manuel, la verdad, la verdad ante todo», él, temblando, me susurró al oído -y eso que estábamos solos en medio del campo-: « ¿La verdad? La verdad, Lázaro, es acaso algo terrible, algo intolerable, algo mortal; la gente sencilla no podría vivir con ella». “Y ¿por qué me la deja entrever ahora aquí, como en confesión?”, le dije. Y él: “Porque si no me atormentaría tanto, tanto, que acabaría gritándola en medio de la plaza, y eso jamás, jamás, jamás. Yo estoy para hacer vivir a las almas de mis feligreses, para hacerlos felices, para hacerles que se sueñen inmortales y no para matarlos. Lo que aquí hace falta es que vivan sanamente, que vivan en unanimidad de sentido, y con la verdad, con mi verdad, no vivirían. Y esto hace la Iglesia, hacerlos vivir. ¿Religión verdadera? Todas las religiones son verdaderas en cuanto hacen vivir espiritualmente a los pueblos que las profesan, en cuanto les consuelan de haber tenido que nacer para morir, y para cada pueblo la religión más verdadera es la suya, la que le ha hecho. ¿Y la mía? La mía es consolarme en consolar a los demás, aunque el consuelo que les doy no sea el mío». Jamás olvidaré estas sus palabras."

Este fragmento pertenece al libro ‘’San Manuel Bueno, mártir’’, escrito por Miguel de Unamuno a principios del siglo XX.

Unamuno, autor representativo de la generación del 98, refleja en sus ‘’nivolas’’ sus propios problemas internos transmitiéndoles a los lectores sus dudas e interrogantes. 

En el libro se nos plantea la finalidad de la religión. Para ser más exactos, la historia se basa en un cura de pueblo (Valverde de Lucerna) que, a pesar de predicar toda su vida el catolicismo y de comportarse correctamente, no cree… ni en la vida eterna, ni en el Demonio y, por supuesto, tampoco en Dios. Actúa así para que el pueblo no se plantee sus propias dudas, y sea feliz. Esta última idea se ve perfectamente reflejada en el fragmento propuesto.

Para comenzar este comentario, en el siguiente texto nos encontramos ante dos personajes fundamentales de la obra de Unamuno: Lázaro, hermano de la narradora de esta historia, Ángela, y por supuesto don Manuel, quien podría considerarse el protagonista, pues representa el trasunto de Unamuno, esto es de vital importancia, ya que los autores de la Generación del 98 daban más protagonismo a los problemas internos de los personajes que a la historia en sí, para ello creaban personajes que representaban sus dudas, inquietudes y verdades.

Al leer el fragmento se pueden sacar dos ideas principales: la lucha entre la verdad (dolorosa) y la mentira (reconfortante) y por último la finalidad de la religión.

Con respecto a la primera idea, don Manuel le explica a Lázaro que la verdad es algo terrible, capaz de destruir los ideales y esperanzas de los hombres por lo que su deber como párroco, aunque no crea, y como el de toda la Iglesia es el de predicar la palabra de Dios y hacer feliz al pueblo. Pero… ¿Es eso necesario?, a mi parecer, don Manuel, aunque no aparezca reflejado en el texto, opina que la religión es lo que hace que la gente actúe moralmente, se ayuden los unos a los otros para poder alcanzar ‘’una vida mejor’’. Solo tenemos que echar un vistazo a la sociedad del siglo XXI, avanzada, poderosa. Aunque la religión se encuentra presente, no dependemos de ella, la gente actúa correctamente por pura voluntad, sin la necesidad de la vida eterna o de un Dios que los condicione. He de dar la razón a don Manuel pues es cierto que en aquella época la religión, sobre todo en los pueblos, representaba el eje de sus vidas. Como diría Marx ‘’La religión es el opio del pueblo’’ y sin ella puede que se hubiera llegado a un clima de desesperación y desgracia sin precedentes. Hoy en día esto no podría pasar, pues las personas han madurado en lo que a pensamiento y razonamiento se refiere aunque sigue habiendo excepciones, pongamos por caso la pertenencia a una secta o bien cuando la religión llega a convertirse en eso.

Esto no quiere decir que critique la religión, pues, como se puede ver en la segunda idea, todas las religiones nos ayudan a vivir, nos proporcionan algo en lo que apoyarnos y… ¿Quiénes somos nosotros para quitarles la ilusión? A lo largo de la historia multitud de atentados contra las ciencias o la filosofía han hecho que la religión se convierta en enemiga del pensamiento, con sus dogmas y a veces estrictas normas que no han evolucionado simultáneamente con las ideas del hombre pero, si olvidamos y solo captamos lo bueno de la religión, descubriremos que hay más cosas buenas en nuestro interior de las que nosotros mismos podamos llegar a pensar, y así, sin llegar a ser grandes creyentes, terminar removiendo nuestras conciencias para aportar nuestro granito de arena, ante la hipocresía y la miseria en la que está quizás inmersa nuestra avanzada sociedad.


Comentario crítico sobre otro texto (realizado por Manuel Ruiz)

– ¿Cómo vino a parar a mis manos este documento, esta memoria de Ángela Carballino? He aquí algo, lector, algo que debo guardar en secreto. Te la doy tal y como a mí ha llegado, sin más que corregir pocas, muy pocas particularidades de redacción. ¿Que se parece mucho a otras cosas que yo he escrito? Esto nada prueba contra su objetividad, su originalidad. ¿Y sé yo, además, si no he creado fuera de mí seres reales y efectivos, de alma inmortal?

En este fragmento, situado justo después del final de lo considerado como las confesiones de Ángela Carballino, en el epílogo del autor, vemos aspectos muy importantes tanto de la obra como de la personalidad del autor de esta.

Para comenzar descubrimos en este fragmento, escrito en 1ª persona, es decir, en boca del autor, Miguel de Unamuno, el supuesto origen de la obra. Tal como nos dice el autor justifica esta autoría no en sí mismo, sino en la protagonista de la obra, Ángela Carballino, cuyas confesiones han llegado a las manos de Miguel de Unamuno que simplemente ha realizado algunas correcciones ortográficas.

De esto sacamos varias conclusiones: Para comenzar, los hechos, los personajes y por tanto el pueblo son reales, además Miguel de Unamuno, aun siendo un famoso escritor, ahora se convierte en un simple transcriptor de la obra y si esto fuera verdad, ¿Dónde se encuentra el manuscrito original?

Analicemos estas cuestiones: Lógicamente, esto es falso, la novela es obra de Miguel de Unamuno y por tanto el manuscrito original no existe. Con respecto al papel de transcriptor del autor en esta novela, tiene una clara explicación, la obra publicada en 1931 tiene un importante mensaje en contra de la religión, ya que pone a ésta como una controladora de masas y una distracción para el pueblo. Es por tanto más que necesario, obligado, defenderse de su autoría. Con esto Unamuno esquiva la persecución de la iglesia a su persona. Ahora él no podría ser juzgado por blasfemia ya que no es él quien lo cuenta, “Te la doy tal y como a mí ha llegado”.

Esto es lo más irónico y a la vez perspicaz, la idea de religión que tienen tanto San Manuel como Lázaro, es la que comparte Miguel de Unamuno. Él perdió la fe, al igual que Lázaro, pero ha llegado a comprender, al igual que San Manuel, que la religión es necesaria para el pueblo, y en especial para las clases bajas y analfabetas (Blasillo el bobo ). Esta opinión del autor, que necesitaba exponer al mundo, es muy conflictiva pero como su deseo de dar a conocer este pensamiento es mayor, se escuda en la idea de ponerla en boca de Ángela Carballino. De ahí su papel de transcriptor.

Con respecto a esto hay varios aspectos que me llaman la atención. Por una parte Miguel de Unamuno dice que simplemente ha realizado correcciones ortográficas en la obra, pero la obra tiene una riqueza léxica y argumental impropias de alguien que cometiera dichas faltas. Además él sabe de la desconfianza por parte de las autoridades de la existencia real de este manuscrito y que le acusarían de escribirlo él, debido a las semejanzas con obras anteriores. Por eso se encarga de desmentirlo “¿Que se parece mucho a otras cosas que yo he escrito? Esto nada prueba contra su objetividad, su originalidad”. Es llamativo también el hecho de que afirme que “lo debe guardar en secreto” a la vez que lo pone en la obra que será leída por todo el que lo desee.

Miguel de Unamuno juega claramente al despiste, deja entrever su clara autoría sobre la obra, pero nunca lo reconoce abiertamente. De esta manera evita los problemas que ese pensamiento le pudieran acarrear y a la vez puede escribir la obra maestra de la literatura que San Manuel Bueno Mártir representa.

Con respecto a la realidad de los personajes, los hechos y el lugar, es una estrategia más de Unamuno para demostrar la veracidad del manuscrito. El pueblo San Martín de Castañeda existe, y por tanto no pueden decir nada en contra de la realidad de los hechos, ya que cabe la posibilidad de que estos sucedieran.

Para concluir, opino que el recurso del manuscrito encontrado, ya utilizado por Cervantes, en El Quijote, es algo que ha aportado riqueza a la narrativa española. Aun así los motivos de este recurso no son más que la censura que por entonces sufrían los escritores españoles. Por tanto, lo considero un atajo muy inteligente y que aporta además a la obra esa emoción e interés que nos suscitan los hechos reales, pero que espero que nunca más tenga que ser utilizado por miedo a la censura y sí por cuestión de estilo y originalidad. 


Respuesta a cuestiones sobre otro texto (realizado por Alicia Parra Acero)

“Cuando se percató de todo el imperio que sobre el pueblo todo y en especial sobre nosotras, sobre mi madre y sobre mí, ejercía el santo varón evangélico, se irritó contra éste. […] Pronto se enteró de la obra del cura de su aldea.”

1. Organización de las ideas del texto: 

El texto, por su contenido, puede dividirse en las siguientes partes: 

1. Exposición de la situación: actitud de Lázaro (4º fragmento, líneas 20 a 27)

1.1- Según Ángela, Lázaro critica la situación rural y antiprogresista en que vive su pueblo.

2. Opinión de Lázaro con sus palabras (4º fragmento, líneas 28 a 37)

2.1- Palabras de Lázaro: crítica al feudalismo. 

2.2- Palabras de Ángela: Lázaro no entiende la actitud del pueblo. 

3. Replanteamiento del pensamiento de Lázaro (4º fragmento, líneas 37 a 40)

3.1- Lázaro entiende que los halagos hacia el cura son merecidos. 


2. Tema y resumen del texto

Tema: El tema del fragmento escogido del libro “San Manuel Bueno, mártir” es: Dilema: la religión, válida o no (en este caso, ¿necesariamente mala?).

Resumen: Lázaro no entiende por qué el pueblo sigue viviendo en torno a la religión, al cura. Su viaje al Nuevo Mundo le había aportado una nueva mentalidad. Además, no entendía por qué su familia no reaccionaba ante sus críticas. Pero pronto entiende por qué el pueblo alaba tanto a Don Manuel [conoce sus buenas acciones]. 

3. Opinión crítica argumentada del texto: 

Este fragmento del libro San Manuel Bueno, mártir, escrito por Miguel de Unamuno a principios del siglo XX.

En el libro, se plantea la existencia o no de Dios y la finalidad de la religión, así como el debido comportamiento humano. En concreto, la historia se basa en un cura de pueblo que, a pesar de predicar toda su vida el catolicismo y de comportarse como “un buen cristiano”, no cree en la existencia de Dios, ni de la vida después de la muerte. Actúa así para que el pueblo no se lo plantee, y sea feliz. 

Si el protagonista de la historia, sobre el que cae el peso de la misma, es el cura, el antagonista es Lázaro, quien al volver al pueblo intenta transmitir las nuevas ideas de progreso, cultura y modernización. 

En concreto el fragmento refleja el cambio de mentalidad existente entre unas zonas de otras del mundo, y no tan lejos, las diferencias entre el campo y la ciudad, porque en el campo no llega lo nuevo y se mantienen las costumbres y los ideales de tiempo atrás, sin cambiar nada. Al final del fragmento, Lázaro, hermano de la narradora de la historia, comprende que no puede incluir a Don Manuel en el saco en que mete toda la religión como algo desastroso y “falso” para el pueblo. 

Más que la creencia o no en una religión determinada, el tema polémico del texto creo que es sobre todo el comportamiento humano. Cómo debe comportarse una persona. Cuando se acepta la existencia de un Dios todo poderoso, no hay duda en que se debe hacer todo lo que él diga (Biblia) y lo que le contente, siempre por supuesto ligado a la creencia de otra vida mejor, a la que para llegar hay que comportarse siempre como este Dios nos dicta. 

Si eliminamos Dios de ese razonamiento, ¿quién dice cómo debemos comportarnos? Si no hay otra vida, no “recibiremos castigo”, por ello, ¿por qué hay que actuar de una manera determinada? 

San Manuel no cree en un Dios, pero cree en el amor y la bondad, y por ello dedica su vida a mejorar las vidas de los demás. El comportamiento “cristiano” para él no es un medio para llegar otra cosa, sino que es el fin. 

Considero que es importantísimo valorar la actitud de Don Manuel: ayudar a todos, no por beneficio propio, y como un fin en la vida, no como un simple medio para obtener a cambio algo mejor, tal y como actúan los demás. 

Creo que es bastante interesante cuestionarse este tipo de preguntas, y es realmente difícil dar razones para afirmar tener un determinado comportamiento. Entraríamos en lo “moralmente bueno y malo”. Yo en mi caso, aunque por supuesto no tan extremo como San Manuel, estaría entre la ideología de Lázaro y del cura, pues aunque estoy convencida de la necesidad del progreso y la cultura, soy consciente de que muchas personas no son capaces de convivir adecuadamente si no tienen una razón de peso por la cual actuar bien, así que prefiero que sigan creyendo en esa religión que les haga, aunque ignorantes e ingenuos, actuar de una manera correcta.
 




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