PERIODISMO


Yo no soy malo

(17 abril 2012) 

Yo, señor, no soy malo, aunque no me falten motivos para serlo. A lo largo de estos días, he recordado muchas veces el célebre comienzo de La familia de Pascual Duarte, la narración de Camilo José Cela. En los debates públicos, parece que los ciudadanos tenemos la culpa de todo. La crisis no se debe al fracaso de la economía neoliberal, sino a la desmesura de unos ciudadanos que han vivido por encima de sus posibilidades. El respeto a la libertad sexual vuelve a convertirse en un problema para los que aspiran a regular la naturaleza según la lógica del infierno y el pecado. Y la degradación de los servicios públicos está relacionada con el deseo de los funcionarios de no cumplir con su trabajo. Cargamos todos con toda la culpa de todo.

El escepticismo prudente tiene su justificación y su virtud. Después de tantas decepciones graves, es mejor no dejarse arrastrar por quimeras y sostener una sensata conciencia crítica. Pero cuando el escepticismo se transforma en un descrédito fundamentalista de los ámbitos públicos y las ilusiones colectivas, acaba rebotando en el espejo del Estado y cayendo sobre los hombros de los ciudadanos. De ese modo las decepciones se resuelven con una sistemática criminalización de los individuos. Sí, la economía neoliberal, que con tanta insistencia defiende los ámbitos privados y la desregulación, conduce también, como los totalitarismo, a la criminalización de los individuos.

Este proceso lo ha hecho evidente el Ministerio del Interior al pretender penalizar la resistencia pasiva y pedir dos años de cárcel para los convocantes por Internet de concentraciones que desemboquen en actos violentos. Es difícil pisar un charco tan fangoso a la hora ofender la libertad. ¿Cómo se puede confundir la responsabilidad de una convocatoria y el comportamiento posterior de algunos participantes? En esa confusión corre un peligro muy serio la democracia.

Pues yo no quiero que me criminalicen. Yo no soy un extremista, ni un populista antisistema. Yo no soy malo.

Yo soy el estudiante que intenta defender la educación pública, con calefacción en las aulas del invierno y con profesores en los colegios y los institutos. Salgo a la calle y protesto.

Yo soy la mujer que se niega a ser tratada como asesina de niños por defender una ley digna de interrupción del embarazo. Soy la mujer que no está dispuesta a que desaparezcan las inversiones contra la violencia de género. Salgo a la calle y protesto.
Yo soy el homosexual que no comprende cómo se permite que un obispo, en la televisión pública de un Estado laico, pierda los papeles y se gaste mis impuestos en pregonar barbaridades contra la dignidad humana. Salgo a la calle y protesto.

Yo soy el ciudadano que quiere una democracia real, no un ámbito oficial manipulador de los programas electorales y los votos. Salgo a la calle y protesto.

Yo soy el funcionario que no resiste más desprecios y que no permite que se le falte el respeto a su trabajo con chistes sobre la hora del café, la lectura del periódico y la holgazanería. Salgo a la calle y protesto.

Yo soy el trabajador con derecho a organizar una huelga general y un piquete, cansado de que los gobernantes legislen al servicio de la economía especulativa. Yo soy incluso el pequeño y mediano empresario que defiende la economía productiva, porque la mayor parte de nosotros no son líderes del IBEX 35 o de la banca alemana, sino gente angustiada que necesita animar las ciudades, abrir sus tiendas, mantener sus negocios, y para eso hace falta que los individuos tengan un euro de más en el bolsillo y una culpa de menos en la cabeza.

Si el escepticismo se convierte en el descrédito perpetuo de los ciudadanos, el necesario sentido de la responsabilidad acaba diluido en el sumidero de la culpa. La desconfianza generalizada impide cualquier instinto de compasión y solidaridad. Y esa criminalización del individuo consigue enviar dos mensajes muy reaccionarios: cada cual es responsable de su pobreza y todo pensamiento crítico es un anticipo de la violencia. Esta mentalidad reaccionaria se ha hecho inevitable para mantener un orden desequilibrado e injusto. Todo acto de ilusión, de protesta colectiva, de defensa de derechos, puede caracterizarse así como un problema de orden público.

La pretensión de solucionar los desarreglos sociales endureciendo el derecho penal participa de esta lógica. El populismo interioriza con facilidad la desconfianza, la indignación contra el otro y contra uno mismo. El Estado injusto necesita hacernos culpables personales de sus injusticias. Pues no, yo no soy malo, aunque cada vez tenga más motivos para serlo.
Luis García Montero


Comentario crítico de texto

Estamos ante un texto periodístico de actual vigencia. El autor, Luis García Montero, hace una crítica al Estado acerca de su intento de criminalizar a los ciudadanos.

Desde el título, alude al comienzo de “La familia de Pascual Duarte”, novela de Camilo J. Cela, fiel exponente del tremendismo literario.

En este texto observamos cómo el autor a lo largo del mismo expone su opinión crítica sobre la situación en la que se encuentra nuestro país.

El Estado quiere que “carguemos” nosotros los ciudadanos con la culpa de todo lo que está sucediendo. Este nos echa la culpa de la crisis e intenta criminalizarnos de ello, como día a día observamos en los debates públicos.

El Estado no quiere un ciudadano crítico como yo.

El Ministerio del interior pretende penalizar a los convocantes, a través de internet, de concentraciones. La democracia, pues, corre un peligro muy serio.

Yo no soy mala.

Como estudiante de un centro público, lucho para que todos podamos tener una educación pública y gratuita, ya que es un derecho constitucional, que favorece la igualdad de oportunidades e integra la diversidad.

Como mujer, defiendo que todas las mujeres debemos elegir y tener derecho sobre nuestro cuerpo decidiendo si tener o no un hijo, sin que por eso nos tengan que llamar asesinas de niños. Apoyo una ley digna de interrupción del embarazo.

Apoyo al homosexual que no comprende cómo un obispo pierde los papeles y se gaste sus impuestos en pregonar barbaridades contra la dignidad humana.

Yo soy la ciudadana que quiere una democracia real.

Yo quiero ser la funcionaria que no sea despreciada y quiero que no se le falte el respeto a mi trabajo.

Yo quiero ser la trabajadora con derecho a organizar una huelga general y un piquete; e incluso, quiero ser la pequeña o mediana empresaria que defiende la economía productiva.
Por todo ello, salgo a la calle y protesto.

La desconfianza generalizada impide que entre nosotros los ciudadanos haya cualquier manifestación de solidaridad y compasión, todo ello provocado por la criminalización del Estado a los ciudadanos.

El Estado necesita hacernos culpables de sus injusticias.

Pues no, yo no soy mala, aunque cada vez tenga más motivos para serlo.

                                                                               
 Blanca Parra Hurtado 2ºB Bach.



EL NEGRO 

Estamos en el comedor estudiantil de una universidad alemana. Una alumna rubia e inequívocamente germana adquiere su bandeja con el menú en el mostrador del autoservicio y luego se sienta en una mesa. Entonces advierte que ha olvidado los cubiertos y vuelve a levantarse para cogerlos. Al regresar, descubre con estupor que un chico negro, probablemente subsahariano por su aspecto, se ha sentado en su lugar y está comiendo de su bandeja. De entrada, la muchacha se siente desconcertada y agredida; pero enseguida corrige su pensamiento y supone que el africano no está acostumbrado al sentido de la propiedad privada y de la intimidad del europeo, o incluso que quizá no disponga de dinero suficiente para pagarse la comida, aun siendo ésta barata para el elevado estándar de vida de nuestros ricos países. De modo que la chica decide sentarse frente al tipo y sonreírle amistosamente. A lo cual el africano contesta con otra blanca sonrisa. A continuación, la alemana comienza a comer de la bandeja intentando aparentar la mayor normalidad y compartiéndola con exquisita generosidad y cortesía con el chico negro. Y así, él se toma la ensalada, ella apura la sopa, ambos pinchan paritariamente del mismo plato de estofado hasta acabarlo y uno da cuenta del yogur y la otra de la pieza de fruta. Todo ello trufado de múltiples sonrisas educadas, tímidas por parte del muchacho, suavemente alentadoras y comprensivas por parte de ella. Acabado el almuerzo, la alemana se levanta en busca de un café. Y entonces descubre, en la mesa vecina detrás de ella, su propio abrigo colocado sobre el respaldo de una silla y una bandeja de comida intacta. Dedico esta historia deliciosa, que además es auténtica, a todos aquellos españoles que, en el fondo, recelan de los inmigrantes y les consideran individuos inferiores. A todas esas personas que, aun bienintencionadas, les observan con condescendencia y paternalismo. Será mejor que nos libremos de los prejuicios o corremos el riesgo de hacer el mismo ridículo que la pobre alemana, que creía ser el colmo de la civilización mientras el africano, él sí inmensamente educado, la dejaba comer de su bandeja y tal vez pensaba: "Pero qué chiflados están los europeos". 

Rosa Montero (El País)


COMENTARIO REALIZADO POR ANA LOBO OLMEDO

1.- Organización de las ideas

Por el contenido de este artículo de opinión escrito a modo de historieta con su correspondiente moraleja, distinguimos tres partes (planteamiento, nudo y desenlace):

  • Planteamiento (línea 1 a 6): se presenta una situación en un comedor alemán, en el que una joven encuentra comiendo de su comida a un chico negro. Dentro del planteamiento se observan dos partes:
    • (De línea 1 a 3): Presentación del lugar (Alemania y, particularmente, un comedor de universidad) y situación inicial (una joven alemana recoge su comida)
    • (De línea 3 a 6): La joven va a por los cubiertos y al volver ve a un chico negro comiendo de su comida.
  • Nudo (de línea 6 a 20): Se narra la actitud de la joven y el comportamiento que decide tener. Se distinguen, a su vez, dos partes:
    • (De línea 6 a 10): Molestia principal de la joven pero rápida recapacitación y comprensión hacia el joven entendiendo su posiblemente precaria situación económica o diferentes costumbres.
    • (De línea 10 a 20): La joven se sienta a comer con el chico negro compartiendo la comida. Al acabar se levanta y ve su almuerzo sin empezar en una mesa contigua.
  • Desenlace (de línea 21 hasta el final): opinión de la autora a modo de moraleja, su correspondiente dedicatoria y el deseo de erradicar ciertas actitudes.
Este artículo de opinión inserta una estructura narrativa (expone una trama con planteamiento, nudo y desenlace) porque presenta una historia, de la cual se extrae una conclusión, por lo tanto sigue un procedimiento inductivo. A partir de una anécdota concreta se obtiene una conclusión general.


2.- Mención del tema y resumen

Tema: Crítica a la discriminación o al paternalismo excesivo (actitudes racistas).

Resumen: Comedor alemán. Una joven alemana recoge su almuerzo y lo deja en su mesa, luego se levanta a por cubiertos. Al volver encuentra a un chico negro comiendo de su comida. A la molestia inicial le sigue la comprensión por su pobreza y comparte con él la comida. Al acabar, ve en una mesa contigua su abrigo y su bandeja de comida sin empezar. El artículo finaliza con una crítica de la autora al racismo y sentimiento de superioridad europeo, aunque sea por un exceso de caridad.

3.- Comentario crítico

Rosa Montero (periodista y escritora habitual en el periódico “El país”) expone una crítica a la xenofobia mediante una historia a modo de fábula con su correspondiente “moraleja”.

La situación general que el texto expone la considero bastante común en gran cantidad de personas que, para demostrar que no son racistas y no desprecian a las personas con diferentes “raíces”, adoptan una actitud excesivamente caritativa o, como menciona el texto, “condescendiente y paternalista” demostrando así sin saberlo un sentimiento de superioridad hacia ellos.

Creo que en Europa la xenofobia se encuentra bastante presente, aunque puede presentarse de diversas maneras: 
- La discriminación o el resentimiento hacia los extranjeros, especialmente los inmigrantes aludiendo a su ocupación de ciertos puestos de trabajo que, a ojos de algunos, deberían corresponder en primer lugar a los españoles ya que hay un alto nivel de paro. También existe cierta reticencia hacia las costumbres o la forma de vida de ciertas culturas que algunos sectores no entienden ni, en ocasiones, quieren entender. 
- Por otro lado, hay otro tipo de actitud que es igualmente racista por el hecho de demostrar un sentimiento de superioridad. Se trata de la excesiva “lástima” hacia extranjeros (repito, sobre todo, inmigrantes) o, quizá por el deseo de demostrar no sólo a ellos sino a los demás la aceptación de otras culturas, el comportamiento excesivamente paternalista (adoptando una actitud igualmente diferenciadora). Creo que, en ocasiones, se tiene a ciertas culturas como inferiores ya que se las cree menos capaces de llegar a conseguir determinado tipo de logros.
- Otro tipo de discriminación, bastante común también, es el caso de la generalización, es decir, atribuir ciertas características negativas a toda una cultura por ciertos actos que llevan a cabo algunas de las personas de esa raza. Prueba de esto es un comentario expuesto en un foro de una web llamada “elotrolado”, que decía lo siguiente:

“por cradlef 20 Nov 2007 18:45
No es fobia a las razas, sino a la gente que viene criada en una sociedad donde no se respeta nada. Me refiero en general a los rumanos. Esta es la historia que le acaba de pasar ahora a mi hermana: 
Estaba sacando dinero en un cajero de Granada cuando al girarse tras coger el dinero descubre que 2 rumanos de mediana edad acababan de llevarse a mi sobrina de carrito. Y solamente con gestos le indicaron que o pasta o se la llevaban. Eso se lo hicieron ver 2 de ellos mientras veía que la tenían un grupo lejos en otra esquina. No me estoy inventando nada. Os juro que paso más o menos así. MALDITOS RUMANOS HIJOS DE PUTA

En conclusión, opino que debemos aprender a considerar a otras culturas, no como más o menos, sino como iguales. En cuanto a los puestos de trabajo, creo que deben ocuparlos los más preparados, donde quiera que hayan nacido siempre que su residencia sea legal. Debemos recordar que los españoles también hemos emigrado a otros países buscando trabajo y no nos habría gustado recibir un rechazo tan grande.

Por tanto creo que debemos aprender a alcanzar el equilibrio y saber actuar con naturalidad, sin tener que pararnos a buscar una actitud, al igual que no la buscamos al conocer a otra persona de nuestra misma cultura. Y, por supuesto, en mi opinión las actitudes de rechazo o acoso hacia otras personas deben ser erradicadas de inmediato.

En cuanto a los choques culturales, creo que la correcta actitud sería una adaptación por ambas partes. Por los que reciben inmigrantes aceptar sus culturas y por parte de ellos integrarse también en cierta medida (si al viajar a ciertos países hay que taparse la cabeza con un pañuelo, si en España no permiten trabajar con pañuelo, no considerarlo un insulto sino una norma como tantas otras). Pero creo que, como en todo, aprenderemos con el tiempo. El ser humano necesita chocar, equivocarse, aprender y mejorar. Pero debemos siempre tener en cuenta que para ciertos aspectos no somos españoles, europeos o jerezanos, sino personas y no debemos creernos mejores o corremos el riesgo de acabar como la joven del artículo que tan bien presentó Rosa Montero.

Ana Lobo Olmedo (2º BACHILLERATO 2011)


COMENTARIO REALIZADO POR ALICIA PARRA ACERO

1. Organización de las ideas del texto: 

El texto que estamos analizando, por su contenido, se puede dividir en las siguientes partes:

1. Situación inicial: introducción y desarrollo de una historia. (Líneas 1 a 18)

1.1- El lugar en que ocurren los hechos es un comedor estudiantil de una universidad.

1.2- Se cuenta una historia real sobre una joven alemana:

1.3- Un chico negro está comiendo de su comida, y ella decide compartirla pensando que él no puede permitírsela o no entiende que eso no es suyo. Ambos comen la comida a partes iguales. 

2. Desenlace de la historia. (Líneas 18 a 20)

2.1- La joven se da cuenta de que se ha equivocado de comida (que se encontraba en otra mesa). Es ella quien ha comido de la bandeja del chico negro, y no él su comida. (El chico, sin embargo, no dijo nada, permitió que comiera de su comida). 

3. Moraleja de la historia o conclusión. (Líneas 21 a 27)

3.1- Debemos dejar de creer que los inmigrantes son inferiores a nosotros y que por ello haya que tratarlos de diferente forma. Hay que evitar los prejuicios. 

3.2- Si seguimos teniendo esos prejuicios, haremos el ridículo, como la alemana de la historia. 

También hay que señalar que el texto está redactado de manera inductiva, puesto que la autora parte de un hecho real, de una pequeña historia para demostrar su conclusión (que es que a pesar de que sea de forma bienintencionada, seguimos tratando a los inmigrantes como personas inferiores, y no debemos actuar así). 

2. Tema y resumen del texto: 

Tema: El tema del texto que se está estudiando se puede sintetizar en: 
Necesidad de librarnos de los prejuicios hacia los inmigrantes. 

Resumen: 

“Una chica alemana se dispone a almorzar en un comedor estudiantil (alemán). Deja su bandeja de comida en una mesa y va a por cubiertos. Cuando vuelve, ve a un chico negro comiendo de su bandeja. Ella piensa que él no puede permitirse la comida o no está acostumbrado a las normas sociales y por ello se sienta frente al chico, sonríe y come de la bandeja. El chico también sonríe y sigue comiendo, de forma que ambos terminan la bandeja de comida. Cuando la joven se levanta descubre que se ha equivocado de mesa: su comida estaba intacta en la mesa de al lado. Así pues, era el chico quien dejaba que ella comiera de la bandeja.” Esta historia nos demuestra que hay que dejar de tener estos prejuicios y pensar que las personas de otras razas son inferiores a nosotros y por esto compadecerse de ellos. Así, solo hacemos el ridículo.


3. Opinión crítica argumentada del texto: 

El texto que se está comentando es un artículo periodístico de opinión, redactado de una forma peculiar: la autora parte de una historia real a modo de cuento para reflejar la veracidad de su opinión, de ahí que a la hora de realizar la organización del texto se identifique la conclusión con “moraleja del cuento”.

La autora, Rosa Montero, periodista y escritora española, pretende demostrar que los españoles, y en general, personas de países desarrollados, no vemos a los inmigrantes como iguales. Algunas personas, en los peores casos, se consideran superiores y ni siquiera piensan que deban tener nuestros mismos derechos y libertades, situación que se ha criticado enormemente en los últimos años. Otros, por este motivo, intentan demostrar a los demás y a sí mismos que no son racistas, por lo que pasan de un extremo a otro y se comportan con ese sentimiento de paternalismo del que habla la autora. Es una forma de evitar el otro comportamiento, que no refleja otra cosa que el hecho de que no ve a los inmigrantes como iguales, porque de ser así los trataría como a cualquier otra persona de su misma nacionalidad o raza. Si la protagonista de la historia hubiera pasado por la misma situación con otra persona, no habría actuado de esa manera.

La autora del texto plantea que tenemos que dejar de tener estas opiniones, ya que como se aprende de la historia, porque una persona sea inmigrante no quiere decir que nuestra forma de vida este fuera de sus posibilidades, o que no sea capaz de comportarse como lo dictaminan las normas y costumbres de nuestros países (como se ve, pueden llegar a ser hasta más educados que nosotros mismos). 

Mi opinión, sin embargo, es diferente. Por supuesto pienso que un inmigrante puede integrarse perfectamente en nuestra forma de vida aunque sea muy diferente a la suya, pero en cuanto a nuestro comportamiento difiero en lo siguiente: Primero, pienso que aún hay muchísimas personas que siguen siendo racistas y no sienten ningún tipo de lástima por ellos, aunque las hay que sí lo hacen. Segundo, creo que hay también inmigrantes que vienen a otros países y no son capaces de adaptarse rápidamente, sino que necesitan ayuda para poder hacer frente a nuestro sistema económico sobre todo y también a las normas sociales. Por ello, no veo tan malo que a veces intentemos ayudar y tratar de manera diferente a estas personas que puede que en algún caso lo necesiten. Pero como dar esta situación por la común sería prejuzgar, lo lógico sería ayudar a aquellas personas que lo pidan o que se sepa que lo necesitan, y tratar con normalidad a aquellas que se han adaptado con total normalidad a nuestra forma de vida. No porque una persona sea de otra raza es seguro que sea inmigrante o que no tenga poder económico. Debemos aprender a no generalizar y a actuar en cada situación como sea conveniente.

Como conclusión final, podemos afirmar que los inmigrantes no son inferiores a nosotros, todos somos personas, iguales, y no tenemos que sentir lástima o tratar de manera diferente a todos ellos (si bien no es malo ayudar a alguien que se encuentre en esta situación y lo necesite). Pero, creo que es mucho más inmoral una persona racista que una persona con el comportamiento de la chica de la historia, porque, como se ve al final de la misma, podemos hacer el ridículo, pero no se hace daño a nadie. 

También me gustaría añadir que desde mi punto de vista, si nos encontramos en la situación de la joven, lo más lógico y coherente es, antes de suponer los motivos por los que el chico se comporta de esa manera, preguntarle por ello, porque, ¿qué mejor que la explicación de la otra persona para saber por qué actúa así y qué debemos hacer?

Alicia Parra Acero


TEXTO DE SELECTIVIDAD: EDITORIAL

EL RUIDO MATA

El ruido hace mal: provoca tensión arterial, sordera, cefaleas; impide dormir, lo que aumenta la irritabilidad y, por tanto, las úlceras de duodeno y los riesgos de accidente, entre otros. España es, tras Japón, el segundo país con mayores índices de contaminación acústica. Según los cálculos de la OCDE, nueve millones de españoles están sometidos al suplicio. Se comprende, por todo ello, la atención que ha suscitado una sentencia del Tribunal Constitucional desestimando el amparo solicitado por el propietario de un pub de Gijón condenado en 1998 por las molestias causadas por su música a altas horas de la madrugada. El fallo sostiene que esa forma de contaminación puede atentar contra derechos como el de la salud o la inviolabilidad del domicilio.

La división producida en el Tribunal –hubo tres votos discrepantes- pone de manifiesto el retraso legislativo sobre la materia. La ley del Ruido, aprobada hace un año en aplicación de una directiva de la UE de 2002, y pendiente de desarrollo reglamentario, debería colmar ese vacío. La normativa anterior estaba diseminada en multitud de normas, casi siempre de rango municipal, que se aplicaban con indolencia y supuesto respeto a la tradición, aunque ésta tuviera una antigüedad no mayor de 15 años. La nueva ley establece la obligación de elaborar antes de 2007 mapas acústicos de las ciudades, con niveles de exigencia de silencio en función del uso predominante del suelo: industrial, residencial, de ocio, etc. De la combinación entre ese mapa y el de horarios para actividades potencialmente ruidosas debería salir la reducción del ruido y la posibilidad de aplicar medidas correctoras adaptadas a cada situación.

Ya hay ley, sólo hace falta aplicarla; es decir, lo más importante. Se ignora si los mapas acústicos ya están en marcha, pero consta que las obras, públicas o de particulares, siguen amargando la vida de los vecinos sin aparente control, las motos sin silenciador atronando las noches especialmente en verano, los camiones de la basura sobresaltando a los que quisieran dormir, las vías de comunicación contaminando su entorno urbano, y celebrándose festejos, municipales o privados, al son de una pirotecnia que identifica lo alegre con lo estruendoso. “La inteligencia”, escribió Schpenhauer, “es una facultad humana inversamente proporcional a la capacidad para soportar el ruido”. 
(El País)

1. Organización de las ideas:

Este texto periodístico de opinión, de modalidad expositivo-argumentativa, nos introduce en el problema de la contaminación acústica y nos ofrece posibilidades de solución. Se trata de un editorial en el que se valora una sentencia de actualidad en aquel momento.

En función de su contenido el texto puede dividirse en tres partes: 

a) Presentación del problema (párrafo 1º) 

  • Efectos negativos del ruido para la salud (sordera, cefalea, irritabilidad…) 
  • Alto grado de contaminación acústica en España 
  • Alusión a la noticia que origina el editorial: sentencia del Tribunal constitucional que desestima el amparo solicitado por el propietario de un pub de Gijón condenado por molestar a sus vecinos con el ruido a altas horas. 
b) Medidas políticas ante el problema: Ley del Ruido (párrafo 2º) 

  • Circunstancias: retraso legislativo sobre la materia. 
  • Características de la Ley: 
    • Nace en 2004
    • Obliga a elaborar mapas acústicos 
c) Necesidad de aplicar la ley (tesis) y argumentos: (párrafo 3º) 

  • Porque no se está aplicando en la actualidad: siguen existiendo obras ruidosas, camiones, pirotecnia… (argumento de hecho). 
  • Por los efectos positivos de su aplicación: la inteligencia humana es inversamente proporcional a la capacidad para soportar el ruido (Shopenhauer, argumento de autoridad). 
Observamos que este editorial presenta una estructura muy frecuente en los textos periodísticos de opinión: la de problema/solución, con la tesis al final del mismo. 

2. A-Resumen 

La contaminación acústica puede resultar muy negativa para la salud (sordera, cefalea, irritabilidad…). España es el segundo país en contaminación acústica. Por eso no extraña la sentencia del Tribunal Constitucional contra el propietario de un pub de Gijón condenado por molestar a los vecinos. Aunque hay un retraso legislativo sobre el tema, la Ley del Ruido existe desde 2004 y obliga a la realización de mapas acústicos, que combinados con los horarios de las actividades ruidosas podrán reducir y sancionar el exceso de ruido. Hace falta aplicar esta ley para evitar los distintos focos de contaminación acústica que siguen existiendo. Según Schopenhauer, además, es más inteligente quien menos soporta el ruido. 

B-Tema 

Contaminación acústica y necesidad de aplicar la ley del Ruido. 

3. Comentario crítico 

Este editorial apareció en el periódico El País hace varios años, con ocasión de una sentencia del Tribunal Constitucional que condenó al propietario de un pub por las molestias causadas de madrugada por el volumen de la música. El fallo sostenía que la contaminación acústica puede atentar contra derechos como el de la salud. 

Es cierto que el exceso de ruido constituye en la actualidad un problema que afecta, cuando menos, al sueño y consecuentemente a la irritabilidad. Es un hecho que todos padecemos: a menudo nos molestan ruidos de vehículos o de gente que grita. Y los que tenemos relación con el mundo de la enseñanza sufrimos el ruido en los recreos, en ocasiones también en las aulas, en los pasillos y en los colegios de primaria los niños y niñas gritan sin escrúpulos. 

Es evidente que los niños y los jóvenes son más inmunes al ruido que las personas de una edad más avanzada. Acabamos de recordar los decibelios de los colegios. Y no es menos llamativo el nivel de ruido que alcanzan bares o discotecas, incluso el volumen con que algunos escuchan música (si bien es cierto que la tecnología de los últimos tiempos tiende más a la escucha individual). Sin olvidar la agresión acústica que soportamos cuando pasa a gran velocidad una moto o un coche conducido por cierto tipo de jóvenes. Debemos educar a niños y jóvenes en el respeto por los demás y ello incluye la moderación acústica. Y educarlos también en el valor significativo del silencio. Curiosamente, la productora de Jesús Quintero, un periodista que ha manifestado en repetidas ocasiones el valor de las pausas en el mundo de la comunicación, se llama “El silencio”. 

El exceso de ruido es una consecuencia de la civilización y de la ciudad. Un motivo más a favor de la alabanza de aldea, que tantos literatos ensalzaron desde la antigüedad. “Beatus ille…”, tópico literario que desde los clásicos alude a los beneficios de la Naturaleza, del silencio bucólico de los pastores. Quizá por eso cada vez está más de moda el “turismo rural”, tan distinto del bullicioso turismo playero. Pero entre un extremo y otro (entre la contaminación acústica de la ciudad y el confortable silencio del campo) hay estadios intermedios. La medida creada por el gobierno, la ley del Ruido, debía ponerse en marcha. Por el bien de todos debemos esforzarnos en denunciar cuando sea necesario para provocar que los medios legales existentes sigan su cauce y que nos acostumbremos cada vez más a no agredir con el ruido a los demás. A pensar que este tipo de contaminación va contra los derechos humanos. Y que nuestra libertad termina, también en este aspecto, donde empieza la libertad de los demás. 

La contaminación acústica es una manifestación más de una sociedad acelerada y estresante, excesiva: excesiva en información, excesiva en adquisición de bienes materiales, excesiva en permisividad, excesiva en ruido… El silencio es creativo, como confirman las filosofías orientales, o los artistas de cualquier cultura. Tuvo más espacio en otros tiempos y recuperar su valor podría ser un objetivo de la sociedad actual. El respeto por el silencio es un signo de civilización y de inteligencia al que debemos aspirar. 

TEXTO PERIODÍSTICO DE OPINIÓN: COLUMNA

LA BICHA

No es casual que los temas de Haider y de El Ejido hayan coincidido últimamente en los periódicos, porque la marcha de la sociedad va por ahí: por la multiplicación de los movimientos migratorios y por el mestizaje. El mundo es hoy más heterogéneo y multicultural que nunca, y uno de los mayores retos de la modernidad consiste en digerir esa realidad sin degollarnos.

Los progres solemos decir alegremente que la mezcla de razas es estupenda. Y desde luego lo es, lo creo firmemente: nos hace más cultos y nos enriquece. Pero para eso hay que vencer un recelo ancestral, un miedo primitivo al otro, al diferente. Un prejuicio racista milenario que se cuela, insidioso, por todas partes: por ejemplo, el más reciente programa Word de Microsoft ofrece la palabra “degeneración” como sinónimo de “mestizaje”. No sabemos qué hacer con esa bicha que nos habita; nos tenemos miedo a nosotros mismos y con razón, porque espeluzna ver esos reportajes de El Ejido en los que unos energúmenos que tal vez sean buenos padres de familia persiguen a un marroquí y berrean “¡Por ahí abajo va, por ahí abajo!”, convertidos en perfectos linchadores. Llevamos a un asesino dentro, a una alimaña, y no nos atrevemos a enfrentarnos a ella, que es el único modo de derrotarla. 

El espléndido reportaje de Joaquina Prades sobre El Ejido lo dejaba muy claro: los ejidenses son 50.000, los inmigrantes 15.000. Un porcentaje altísimo y de llegada muy reciente. Esos extranjeros han sido la clave de la prosperidad del pueblo. De la noche a la mañana, los ejidenses se han hecho ricos, pero no más cultos: según un informe oficial, hay un 54% de analfabetismo funcional. Y muchísimo miedo a esos seres distintos a los que mantienen marginados. Ha aumentado la delincuencia, desde luego (aunque, según la policía, mucho menos de lo que creen los vecinos): lo trae la riqueza, y el desarraigo y aislamiento de los inmigrantes, que, a su vez, también temen y desprecian lo distinto. Entiendo muy bien la inquietud de los ejidenses: les ha cambiado tanto la vida, y tan deprisa. La solución no es fácil: aumentar el nivel cultural, dar condiciones dignas a los inmigrantes... Y reconocer que llevamos una bicha en el corazón, y no sólo los ejidenses, sino todos. 

ROSA MONTERO (El País)

Comentario crítico:

Este artículo de Rosa Montero, novelista de éxito y columnista habitual en la última página de El País, llama poderosamente la atención por el título escogido. En efecto, “la bicha”, término utilizado en Andalucía para designar a la serpiente, trae a nuestra mente connotaciones muy profundas, ancestrales; la serpiente es un símbolo del demonio, del mal que anida en todos los corazones humanos, ya desde el principio de los tiempos, como cuenta el conocido episodio del Génesis. Con la elección de este título, pues, Rosa Montero nos sugiere la dificultad de erradicar de nuestro pensamiento el prejuicio racista y xenófobo, ya que éste no es ocasional o episódico, sino que está íntimamente asociado a nuestra manera de pensar y de sentir. El título, además, evoca la realidad simbólica de nuestros miedos inconscientes y, en especial, la de los hombres y mujeres andaluces en cuyo dialecto cobra especial sentido la palabra “bicha”; no en vano ocurre que los hechos que se narran en esta columna tuvieron lugar en una de las zonas de Andalucía que, hasta la explosión de los cultivos de invernadero, manifestaba más signos de atraso y subdesarrollo.

Ahora bien, el problema no es exclusivo de El Ejido o de Andalucía. La autora, al emplear el plural inclusivo en gran parte del artículo y aplicarlo a su propio grupo social ‑los progres‑ huye eficazmente de cualquier simplificación o tentación reduccionista. El párrafo central añade ecuanimidad y justeza a sus apreciaciones, y las coloca en una perspectiva más amplia, más humanista y sincera. Su afirmación de que ni siquiera los progres son inmunes al veneno de la bicha que llevan dentro permite a todo tipo de lectores identificarse con el conflicto que ella denuncia y tomar así conciencia de su verdadera dimensión, que excede claramente a la de los casos concretos que la han motivado, sean éstos el ascenso al poder de la ultraderecha austríaca (el caso Haider, citado en las primeras líneas) o las revueltas contra los inmigrantes magrebíes en la comarca almeriense de El Ejido.

Como ya he dicho, la autora huye de toda simplificación. Desde una posición de superioridad intelectual inherente a su calidad de portavoz privilegiado del órgano progre más importante de España (el periódico El País), le hubiera resultado muy fácil arrojar culpas sobre los agricultores almerienses (de hecho, las cifras que ofrece sobre su nivel cultural son estremecedoras). Sin embargo, prefiere adoptar una actitud más modesta y autocrítica, y su mirada gana así en amplitud y representatividad. Esto lo consigue de muy diversos modos, y casi de pasada, como sin dar importancia a sus propios argumentos. Veamos dos ejemplos de esta técnica: en las líneas 15-17, nos sugiere que ni siquiera los productos de la más sofisticada tecnología (los más “modernos”) están libres de resabios xenófobos. Más adelante, en las líneas 38-40, nos recuerda que el racismo es un fenómeno de doble dirección, y que también los inmigrantes magrebíes desconfían de los españoles que les han proporcionado trabajo, con lo cual evita cualquier posibilidad de que se le acuse de racismo “a la inversa”.

Otro aspecto que concede particular interés a este artículo es la capacidad de la autora para destacar las consecuencias globales de varios acontecimientos sucedidos en la última actualidad. Esto se ve claro al final del primer párrafo, cuando afirma: “uno de los mayores retos de la modernidad consiste en digerir esa realidad sin degollarnos”. Los verbos digerir y degollarnos, tan aparentemente opuestos al concepto de modernidad por sus connotaciones rudamente biológicas, en el primer caso, y bélicas, en el segundo, sugieren con brillantez que la convivencia de las diferentes razas y culturas constituye una de las claves fundamentales para la supervivencia de la raza humana.

Es difícil no estar de acuerdo con las ideas que en esta columna expone Rosa Montero. También es muy eficaz la combinación de subjetivismo en la presentación de los hechos (que sobre todo es perceptible en el segundo párrafo) con la aportación de informaciones precisas y referencias culturales y sociales. No obstante, creo que la argumentación del artículo no es del todo impecable, y a este respecto se podrían formular algunas matizaciones. La primera, que la referencia a los sinónimos del corrector ortográfico del programa Word es excesiva (¿acaso no “degeneraría” la raza de caballos árabes si, por ejemplo, se produjera un “mestizaje” con percherones u otras razas caballares?), tal vez como reflejo de esa moda del lenguaje políticamen­te correcto que tanto abunda en la actualidad (por cierto, esta clase de reproches al programa de Microsoft no son nada originales, ya vienen de lejos). La segunda, que la referencia de Rosa Montero a un texto ajeno al suyo (el de Joaquina Prades, cuya fecha y órgano de publicación curiosamente no se indica) resulta algo forzada, pues no parece necesaria su mención cuando sus datos esenciales han sido ampliamente difundidos por los medios de comunicación y son, por tanto, de dominio público.

Quisiera concluir este análisis destacando la solución ‑larga, laboriosa, nada fácil, como ella misma admite‑ que propone Rosa Montero al problema denunciado, y que no es otro que educar a las personas y contribuir así a su progreso y desarrollo. Como profesor de Secundaria, que intenta ayudar a que mis alumnos y alumnas, los hombres y mujeres del futuro, crezcan como seres humanos, no puedo sino darle a la escritora toda la razón. No hay mayor obstáculo para la convivencia de las personas y los pueblos que la ignorancia, y más todavía si aparece aliada con la pobreza. 


TEXTO PERIODÍSTICO DE OPINIÓN: ENTREVISTA A LUIS SEPÚLVEDA
EL PAPEL DEL MERCADO

¿Cómo ha incidido en la ficción de nuestro tiempo el imperio de la sociedad de la información? ¿Ha perdido terreno la literatura? 

No creo que vivamos en una sociedad de la información pues cada día estamos menos informados, y quién más y mejor acceso tiene a los mecanismos tecnológicos modernos decide qué es hoy la información. Así, hemos llegado hasta una negación del presente, con toda su complejidad, para confundirlo con la "actualidad", simplona y desprovista de matices. Claro que sufre la literatura. Hoy, se le exige que "entretenga", y el que se escapa de los cánones de la entretención está condenado. Malos tiempos corren. Pero los modernos medios como Internet son solamente eso, medios, herramientas, es como la televisión, todo depende de sus dueños.

¿Reivindica la capacidad de la literatura para cambiar el mundo? ¿Debería la literatura asumir esta (o alguna) función social? 

Desde luego, soy un convencido de que la literatura, en tanto propuesta de ficción sobre la realidad y los hechos, siempre cambia el mundo, pero no creo que cambie las reglas que rigen el mundo, ese es un trabajo de todas y todos, de los ciudadanos. Y evidentemente que incluso desde la ficción se consigue aportar puntos de vista que sirven para terminar con un mundo nauseabundo.

¿Tiene sentido hablar hoy de compromiso? ¿Ha cambiado el concepto? ¿Conserva alguna validez en sentido sartreano? 

Yo siempre he desconfiado del famoso "compromiso" pues es un verbo dudoso, uno se compromete y descompromete con la misma facilidad. Creo, más bien, en la necesidad de involucrarse éticamente con la sociedad, es decir de participar como ciudadano. El punto de vista sartreano (¡Oh Les Temps Modernes!) sugería eso tan odioso que se llama escritor o intelectual orgánico, sumiso y condicionado. La escritura, o es un gran espacio de libertad o no es, y la vinculación ética del escritor con la sociedad estará, aun pese a su voluntad, presente en su obra.

¿Son necesariamente antagónicos literatura y mercado? ¿Qué condicionamientos crea el mercado para el autor? 

Cuando una empresa multinacional propietaria de cadenas de televisión, diarios, radios, revistas y editoriales, sugiere por ejemplo la existencia de "literaturas de mercado nacional", evidentemente que está colocando a la literatura y al mercado en posiciones antagónicas irreconciliables, y por desgracia esa es la política que siguen los grandes grupos españoles presentes en América Latina. Los argentinos no saben lo que escriben los uruguayos, los chilenos ignoran lo que escriben los argentinos, etc., etc., porque el mercado ha decidido limitar el acceso de los lectores por una razón muy simple: hay que evitar a toda costa que los ciudadanos lleguen a una definición compartida de lo contemporáneo, de cómo y por qué funcionan así las cosas. Podría pensarse en una paradoja: de esa manera venden menos libros, pero no es así, porque los mismos grupos dueños de las editoriales disponen de una solución que evita un descenso en las cifras de ventas. Tienen autores elevados a la categoría de "únicos representantes de lo contemporáneo". Los avalan premios amañados, disponen de espacios privilegiados en los medios de comunicación del mismo grupo, es decir generan una suerte de omnipresencia que termina por imponer sus libros y basándose en un juicio en el que la calidad brilla por su ausencia. ¿Un ejemplo? No me cabe ni la menor duda de que un escritor como el uruguayo Mario Delgado Aparaín es muy interesante para los lectores argentinos, chilenos y españoles, pero su editorial decidió que sus libros no traspasen las fronteras uruguayas. Y tengo también una certeza total de que autores como Alvaro Vargas Llosa o Plinio Apuleyo Mendoza carecen de cualquier interés, pero ahí están, en las radios del grupo, en los canales de tv, en la revistas, y en las librerías de Uruguay, Argentina, Chile y España. El mercado en sí no es el problema. El problema es una concepción del mercado como divinidad.

¿Lo audiovisual arrebató el relato a la literatura? 

Yo quiero creer que no es así, pues detrás de cada película hay un texto que se llama guión, y su belleza, independientemente de la calidad del actor, está determinada por el justo y preciso uso de las palabras. Es evidente que las nuevas tecnologías han abaratado los costes de la producción audiovisual y por lo tanto se produce mucho. Mientras más rico el país más expresiones audiovisuales produce, pero, curiosamente, aquellas que prevalecen, que quedan en la memoria, son las que "cuentan una historia bien contada". Cuando llegue el año 2020, el 99 por ciento de las películas y series de televisión vistas en veinte años del siglo XXI serán olvidadas, pero algunas películas permanecerán frescas y hermosas.

De este modo, ¿vamos hacia el fin de la novela? 

Siempre se profetiza el fin de la novela, la muerte de la novela. Tal vez existan escritores que sostengan eso porque no tienen nada que contar, porque no entienden que, por mucho que les pese, La Boca o Ñuñoa no son Brooklyn, y el dinamismo cultural de Miami no es tal, no existe, es una invención de mercado. Mientras un hombre o una mujer salga a la calle y tenga la aventura de cruzar a la otra vereda, habrá una novela que contar, mientras alguien se aleje voluntaria o involuntariamente de su casa, de su ciudad, de su país, y se enfrente a lo desconocido y a los desconocidos, habrá algo que contar. Mientras el hombre tenga una sola duda, por mínima que sea, habrá algo que contar.

Hay quienes piensan que fenómenos que se están dando últimamente como el de la autoficción, la publicación de diarios privados y la creciente puesta del escritor en primer plano en sus propias ficciones, constituyen la literatura típica de este tiempo y que eso va en detrimento de la novela. ¿Comparte esa mirada? 

Sostengo que todo es ficción, y no hay mejores ficciones que las memorias. Ese mecanismo que nos permite recordar tiene un orden aleatorio, forma, deforma y reforma los recuerdos. Nadie puede sostener que es enteramente fiel o riguroso con la realidad vivida, pues si lo hace es un marciano, alguien que padece de un problema en las neuronas. Respeto todas las formas de hacer literatura, me agrada leer a escritores como Vila Matas que sostienen una mirada literaria ¿del mundo?... no, del entorno que eligieron para vivir y escribir, pero también leo con sumo agrado a otros, a los que se preocupan de hacer un registro literario, por medio de la ficción, de todo aquello que los historiadores de hoy y de mañana ignorarán, por ejemplo la corrupción de la clase política en muchos países, los crímenes contra la humanidad incluidos en ellos los atentados contra el medio ambiente, y leo con más agrado aún a los escritores que viajan en el tiempo y toman épocas remotas como centros de tramas que nos permiten entender mejor el presente. No concibo la literatura –la novela sobre todo– desposeída del gran generador de la ficción.

¿Quiénes (autores y obras) siguen para usted el camino posible y deseable para la literatura contemporánea en el mundo y por qué? 

Son muchas y muchos: No se puede entender a la Grecia contemporánea sin leer a Petros Markaris, ni al Uruguay sin leer a Mario Delgado Aparaín, ni a la profunda Argentina que también es argentina sin leer a Eugenia Almeida, ni a la bronca esperanzada si no lees a Mempo Giardinelli, tampoco entiendes la historia de Mozambique o Sudáfrica si no lees al sueco Henning Mankel, como tampoco podrías entender por qué Italia es así si no lees a Bruno Arpaia, y es un italiano, Pino Caccuci quien mejor cuenta la frontera entre México y los Estados Unidos.


COMENTARIO CRÍTICO DEL CONTENIDO DE LA ENTREVISTA
(realizado por Manuel Ruiz, de 2º Bach. A)

Nos encontramos ante una entrevista realizada a Luis Sepúlveda, autor de Un viejo que leía novelas de amor, la cual nos llega a las manos con un formato muy parecido al que sería un artículo periodístico de opinión expositivo argumentativo, ya que el autor, en respuesta a las preguntas del entrevistador, expone sus argumentos sobre los temas preguntados.

Con respecto al autor, sabemos de su opinión particular sobre el mundo actual y de los años que vivió en el Amazonas y su enorme vinculación con América del Sur. Todo esto, junto con su inestimable amor por la literatura, forjan una opinión revolucionaria y de protesta sobre la situación actual de la sociedad y más en concreto de la literatura. Sus opiniones en temas como el terreno de la información son toda una llamada para que abramos los ojos y no nos dejemos manipular por eso que él tanto odia, los mercados. De estos habla sin pelos en la lengua, citando a escritores y países, sin miedo a expresar su opinión. Estos mercados, con un enorme ánimo de lucro, son los que impulsan un mercado nacional de literatura, cerrando las fronteras a determinadas obras y fomentando el prestigio de determinados escritores; son estos los que, a su juicio, están vaciando de contenido a la novela, dejándola en un simple entretenimiento, un pasatiempo de papel, escrito mal y con inversiones millonarias en marketing.

Aun así, no es para Sepúlveda el vaticinio del fin de la novela, ni son los mercados un enemigo de la literatura. Somos nosotros, y nuestra concepción del mercado, el problema. Para el autor el fin de la novela es imposible, las historias que deben ser contadas nunca acabaran y la ficción, la imaginación en la mente de los escritores tampoco. Somos nosotros quienes debemos valorar las obras, y no los premios y los minutos en televisión que le dediquen los que nos hagan decidir qué libros comprar. En mi opinión, el mercado es una herramienta, tal como dice Sepúlveda, y él debería saber también que sin ese mercado no tendría la oportunidad de exponer estas ideas y que estas llegaran a tantos oídos. Por ese motivo, somos nosotros mismos y en especial estos escritores, los que tienen que fomentar editoriales cuya principal preocupación sea la calidad de las producciones, el apoyo a nuevos escritores y, al fin y al cabo, la conservación de la literatura. De esta forma podría evitarse que nuestras librerías se llenen de biografías de famosos con la intención de aumentar su popularidad, escritas además por terceras personas.


OTRO COMENTARIO CRÍTICO DEL CONTENIDO
(realizado por Fco. Javier Souto, de 2º Bach. A)

El texto en cuestión es una entrevista a Luis Sepúlveda, autor de la novela “Un viejo que leía novelas de amor”. En esta entrevista se tratan temas como la situación de la literatura, los mercados, las relaciones internacionales o el futuro de la literatura. El texto está organizado a modo de diálogo, sin nombres ni acotaciones.

En cuanto a la opinión del autor, este critica muchos de los problemas actuales que le afectan o que ha visto en sus viajes a Sudamérica. Al principio, el autor habla de como los medios no nos informan, ya que están a merced de sus dueños. Yo comparto la opinión del autor, sin embargo, el creer en esto puede llevar a la desconfianza total de los medios comerciales, como la televisión o los periódicos, y a la fe ciega en medios alternativos, como páginas o blogs de internet faltos de fiabilidad, con fuentes poco claras; así que, en mi opinión, hay que creer a cada medio en su justa medida.

Más adelante, el autor cita la situación del mercado de la literatura en Sudamérica, algo que hasta ahora desconocía pero no me resulta difícil de creer, tal y como están los mercados en la actualidad. Es más importante que el libro venda muchas copias dentro del país, aunque no tenga ninguna difusión en el extranjero, cosa que, en mi opinión, no debe ser nada gratificante para el autor. 

A la mitad de la entrevista, el entrevistador pregunta sobre cómo lo audiovisual quita terreno a lo literario, y en mi opinión, el autor da una respuesta muy acertada. Estoy totalmente de acuerdo con él, la literatura no va a morir, ha perdido algo de popularidad frente a las vistosas nuevas tecnologías, pero al fin y al cabo siempre estará ahí. Siguiendo con el tema de la literatura en la actualidad, el autor sostiene que ni la ficción ni la novela morirán, y cita a varios autores contemporáneos de su agrado.

En general, comparto en casi todos los aspectos el punto de vista del autor, da una opinión bastante sensata y correcta sobre todos los temas tratados y lanza algún mensaje a los medios o el mercado muy acertado. 

Quizás el hecho de que sea un escritor famoso pero actual nos haga pensar en él como alguien más normal, cercano y nos identifiquemos más con sus obras, aunque estén ambientadas a miles de kilómetros de aquí.


COMENTARIO CRÍTICO DEL CONTENIDO 
realizado por Cristina Leiva (2º Bach. A)

Nos encontramos ante una entrevista realizada al escritor Luis Sepúlveda, a partir del cual nos presenta su opinión acerca del actual mundo de la literatura a partir de diversas cuestiones. Iré aportando mi opinión siguiendo el orden de las cuestiones de la entrevista.

1. En este primer punto comparto la opinión del autor. ¿Acaso alguno de nosotros sabe con certeza de dónde procede la información que nos llega por los medios de comunicación? Estos medios manipulan la información, de manera que oímos lo que les interesa que oigamos, y sabemos de igual forma lo que quieren que sepamos. Estos medios pretenden relegar la literatura a un mero medio de entretenimiento y ¿por qué? Yo lo achaco a la falta de interés que aquellos que manejan estos negocios tienen a que la población piense. Es más fácil tenernos distraídos con una bonita obra que luchar contra un pueblo que busca mejorar. Las novelas no debemos verlas únicamente como distracciones, sino como potentes armas de, por ejemplo, persuasión; son al igual una forma de dar a conocer nuestras inquietudes, ideologías, etc.

Pero por desgracia son los medios de comunicación los que imperan hoy en día en nuestros conocimientos del mundo actual. Por lo general, la mayor parte de la población sabe la actualidad lo que Antena 3, Telecinco y Televisión Española les cuentan, sin inquietarse de dónde han sacado la información estas cadenas, si es real, o si hay algo más detrás de la historia que nos está contando el presentador de turno. 

2. Es cierto, la literatura no lleva a cambiar las reglas que rigen todo este bullicio, pero en cambio impulsan a aquellos que sí que las cambiarán. Es la literatura fuente de ingenio, de inquietudes. Es ese desconcierto que te crea al leer algo que no te cuadra y a lo que quieres buscar respuesta, es el hecho de que te haga pensar en cosas en las que antes ni siquiera te habías percatado, esa visión de un autor que te hace ver las cosas diferentes. Todo esto y más es lo que consigue la literatura. Todo movimiento, todo acto importante procede de una idea, una pequeña idea, una duda interna y, por suerte, la lectura puede proporcionar miles de esas pequeñas ideas.

3. Cierto es eso de que el compromiso es algo “de conveniencia”, y no dura lo necesario la mayoría de las veces. En cambio, el hacer algo por principio, por real convicción, eso es lo que realmente perdura y se consigue, porque en ese caso luchas por algo en lo que crees. El compromiso queda relegado para aquellos que no tienen motivación, en cambio podemos hablar, como bien dice el autor, de “involucrarse éticamente con la sociedad”. Nos involucramos, nos adentramos en ella; no nos comprometemos. Uno no se compromete con aquello con lo que vive o con lo que se desarrolla día a día; uno se involucra, hurga en ella para dar solución. 

4. De nuevo, estoy de acuerdo con la opinión de este autor. En la mayoría de casos pensamos que lo que nos dicen por radio, televisión, etc. es lo correcto, lo acertado. Pero, como he dicho ya antes, ¿cuántos de nosotros se paran a pensar que quizá lo que nos están diciendo no es correcto? ¿Alguien acaso nos ha asegurado que eso que nos dicen es la realidad? ¿Tenemos alguna prueba? Y así llegamos a una única conclusión, que quizás sea cierto eso de que nos manipulan, que somos carne de ganado. Nos hacen ser, pensar y comprar lo que les interesa. Carecemos de opinión en esos lares, eso o bien luchamos por conocer más, por abrir las puertas a esa información requisada. Quizá deberíamos buscar cada uno un camino propio, y no quedarnos con el que nos pretenden inculcar. Y esto mismo es lo ocurrido con las novelas extranjeras (y con las propias del país). Las editoriales dan más boom a aquellas novelas que dicen lo que les interesa, o a aquellos que más se dejan manipular, imponiéndonos de alguna forma un determinado escritor o un determinado tipo de libro. Y a esto queda reducida prácticamente la libertad de prensa de hoy en día. Y con esto no digo que la libertad de prensa se haya extinguido, solo me refiero a que es casi imperceptible en acciones tales como esta. No leemos lo que queremos, no triunfarás con un libro únicamente por ser valioso, triunfarás porque “ellos” así lo han decidido.

5. Y una vez más, sí, estoy de acuerdo con la opinión del autor. Hoy en día se hace tanta televisión y cine basura que es difícil encontrar una buena serie o una buena película entre tanto desperdicio. Estas sirven únicamente para distraernos durante un pequeño tiempo, dejarnos embobados. De esta forma, los medios audiovisuales han arrebatado a numerosos lectores de sus libros. Pero aun así, estas películas y series, como bien dice el autor, cuentan historias, al igual que las novelas. Y como las novelas, unas películas serán mejores que otras. Así habrá algunas que valga la pena “leer” en las pantallas, habrá algunas que nos conmuevan y habrá otras pocas que nos harán mirar el mundo con otros ojos, como una buena novela. Y como bien dice el autor: “detrás de cada película seria hay un buen guión”, dándonos la oportunidad de decir a la hora de ver una película que nos deleitamos con una novela, aunque desde otros medio. Ese guión es una parte vital, fundamental y esencial del proyecto. Así que lo audiovisual no arrebató el relato a lo literario, solo lo empleó de otra forma.

6. El autor expresa aquí, a mi parecer, algo obvio. ¿O acaso estamos insinuando que ya no queda nada nuevo por ver, misterios por descubrir, amores por aparecer, odios a los que recurrir, sentimientos por expresar? ¿No es acaso el universo infinito? Pues igual es la novela.

7. De acuerdo con la opinión del autor, añado que a mi parecer todo es útil a la hora de escribir, ya sean recuerdos, fantasías… y cómo no, también suponen elementos útiles para realizar una novela. No debemos cerrar los caminos a esta, debemos ampliarlos y renovarlos continuamente. Si nuestros recuerdos, nuestro protagonismo, o nuestros pensamientos pueden sernos un medio para escribir una de estas, adelante con ellos. 

8. Por último, el autor nos presenta una serie de autores a los que no tengo el placer de reconocer ni haber leído debido a mi corta experiencia como lectura, lo que me impide criticar la visión del autor con respecto a este punto. Pero aun así, dado que según las respuestas anteriores parezco estar en total acuerdo con la visión de Luis Sepúlveda, no me cabe dudar de su buena opinión con respecto a esta última pregunta de nuevo.

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